El jardín es un lugar para estar, contactar con la naturaleza en tranquilidad. Un rincón tranquilo de naturaleza. Por la intensidad de la sensación que se tienen en un jardín, desde antiguo se han relacionado con elementos religiosos y aspectos simbólicos. En un jardín se está lejos de lo cotidiano y lejos de lo salvaje. Es el lugar perfecto para la reflexión y para extraer lo mejor de la esencia humana.
La mitología griega el Jardín de las Hespérides se relacionó con la península ibérica.
En una gran ciudad es complicado llegar a este extremo. En Valencia un buen jardín es el Jardín de las Hespérides. El proyecto fue realizado por el equipo de tres arquitectos: Antonio Gallud, Carlos Campos y Miguel del Rey y una ingeniera técnica agrícola María Teresa Santamaría.
El jardín en movimiento. Un concepto que a primera impresión parece una paradoja. La naturaleza es vida, y la vida movimiento. El jardín es la forma más sencilla que tiene el hombre de apropiarse de la naturaleza. Qué mejor manera que hacerlo dialogando con sus propias energías. El viento que esparce las semillas, el tipo de suelo, las lluvias, la capacidad de unas especies frente a otras. Un jardín puede ser un trozo de naturaleza muy poco intervenida. Este concepto refuerza nuestra postura en el proyecto Flora del Montgó.
Del reconocido paisajista Gilles Clément. Muy recomendada su lectura, tanto para arquitectos que intervengan en jardines, paisajistas o propietarios de un trozo de naturaleza.
Título: El jardín en movimiento. Autor: Gilles Clément Editorial: Gustavo Gili ISBN: 978-84-252-2448-5
El laberinto es un recurso paisajístico enlazado con la mitología griega y con los orígenes de la humanidad. Dominar la vegetación es una voluntad casi genética del ser humano. Modificar el recorrido, el espacio, orientar, o desorientar dentro de la misma naturaleza.
En España existe un buen ejemplo de laberinto vegetal, que vale la pena visitar. Está en Cantabira, aquí su enlace: Laberinto de Villapresente
La isla obtiene su carácter del propio aislamiento, se separa del continente y de esta manera se mantiene en un estado más autóctono, menos contaminado. Esta barrera contiene la superpoblación humana que puede darse en otros lugares, y su propia condición de isla graba en la conciencia de sus habitantes el concepto de terreno limitado, de escasez de recursos, de obligado comportamiento sostenible. Por eso mismo una isla siempre transmitirá esa imagen de paraíso, de refugio donde acudir, de lugar seguro donde los paisajes no se alterarán.
La tosca de Jávea es una roca arenisca, formada por la consolidación de playas y dunas de arenas del pleistoceno (hace 2.5 millones de años). Las corrientes marinas, los vientos y las condiciones climáticas y del entorno propiciaron que estas acumulaciones de arena se consolidasen, cementándose gracias a la precipitación del carbonato cálcico, que predomina en la composición de las montañas que conforman el paisaje javiense.
Vistas al mar, Sea view, Meerblick, Vue a la mer...
Ver el mar es algo agradable, relajante, para la mayoría de todos nosotros. Quizás porque está vacío: porque no hay nada más que agua, y cielo, naturaleza en estado puro. En Jávea la vista al mar es especial, es única, el paisaje mediterráneo se abraza con el azul del mar y del cielo en composiciones impresionantes. Cada persona que tiene la posibilidad de disfrutarla la recordará largo tiempo. Probablemente sea una razón por la que tantos que han pasado por aquí vuelven. Cada mirador tiene una vista asociada, llena de contenido, llena de información.
Lo que hace no mucho fuera llamado el amanecer de España sigue siendo hoy un entorno que disfruta de cielos infinitos, potentes tormentas y un agua tan transparente como el aire del cielo. En Jávea se ve un horizonte distinto cada día y cada momento. Las texturas del mar y del cielo compiten con la de la vegetación y la roca, o la complementan con un contraste dirigido por la luz del sol.
Fotografías actualizadas en junio de 2015. © Sirine Ghadban.
La piedra es uno de los materiales más antiguos usados por el hombre para la construcción, y uno de los más duraderos, dado que se emplea directamente, sin realizar ninguna transformación que cambie sus propiedades principales.
Desde las primeras actividades agrícolas surge la necesidad de limpiar el campo de cultivo de piedras para facilitar esta labor. La consecuencia lógica es la formación de abancalamientos o aterrazamientos en zonas de terreno inclinado, la delimitación de distintas propiedades mediante muros, o los menos frecuentes clopers (mallorquines), acumulaciones de piedras en zonas no aptas para el cultivo, de imagen escultural.
Como toda tradición cultural y creada por la necesidad, esta técnica ha ido transformando lentamente el paisaje y entrando a formar parte de él de manera natural, al tratarse de una simple “ordenación del campo”, cambiar unas piedras de sitio.
Desde este primer concepto se podrían agrupar todas las modalidades de lo conocido como “pedra en sec”, que promueve la defensa de este patrimonio, presente en la región mediterránea de Cataluña, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y sur de Francia, con la Declaración de Torroella de Montgrí, del 24 de octubre de 2004.
Hoy en día, en la Marina Alta, estos muros conocidos como “márgenes” han evolucionado ganando altura y resistencia con la ayuda de otros materiales más actuales, como el cemento para dar estabilidad al interior del muro. Y, gracias a la técnica del picapedrer o margenero, se crean muros de contención de muchas edificaciones y calles. Son múltiples las posibilidades o acabados, dependiendo del material elegido, dureza de la piedra y la técnica o habilidad empleadas.
Aparte de soluciones más convencionales o decorativas como los chapados o revestimientos, alejados de este concepto, existen otras soluciones constructivas que derivan de esta técnica, como son los gaviones o los muros de escollera, ambos empleados para grandes contenciones o nivelaciones de terreno.
Sirine Ghadban