El jardín es un lugar para estar, contactar con la naturaleza en tranquilidad. Un rincón tranquilo de naturaleza. Por la intensidad de la sensación que se tienen en un jardín, desde antiguo se han relacionado con elementos religiosos y aspectos simbólicos. En un jardín se está lejos de lo cotidiano y lejos de lo salvaje. Es el lugar perfecto para la reflexión y para extraer lo mejor de la esencia humana.
La mitología griega el Jardín de las Hespérides se relacionó con la península ibérica.
En una gran ciudad es complicado llegar a este extremo. En Valencia un buen jardín es el Jardín de las Hespérides. El proyecto fue realizado por el equipo de tres arquitectos: Antonio Gallud, Carlos Campos y Miguel del Rey y una ingeniera técnica agrícola María Teresa Santamaría.
El laberinto es un recurso paisajístico enlazado con la mitología griega y con los orígenes de la humanidad. Dominar la vegetación es una voluntad casi genética del ser humano. Modificar el recorrido, el espacio, orientar, o desorientar dentro de la misma naturaleza.
En España existe un buen ejemplo de laberinto vegetal, que vale la pena visitar. Está en Cantabira, aquí su enlace: Laberinto de Villapresente
El otro día visitamos esta exposición, Trazos en la arena, de Joaquín Sorolla, en el museo que fue su propia casa en Madrid. Una casa que está hecha con un poco de cada sitio. El jardín es mediterráneo, con influencia de la Alhambra, y dentro la cerámica valenciana está en las jarras y en las paredes. La casa, donde la luz es protagonista, ya muestra inquietudes propias de la arquitectura moderna de principios del siglo XX.
Encantados de contemplar la luz de sus pinceladas, nos quedamos con esta frase dando vueltas en la cabeza. Porque pone de manifiesto el hecho de pensar dibujando, o dibujar pensando: de la cantidad de significado hay detrás de un trazo. Un boceto, aunque no se materialice tal cual, siempre será un paso necesario para llegar al proyecto.
Sirine Ghadban
La capital del capitalismo nació en un puerto natural y óptimo para el comercio de la era industrial. Holandeses y británicos establecieron aquí la base del comercio entre el viejo y el nuevo mundo. Mannahatta, la original península ocupada por indígenas, se convirtió en un punto neurálgico para la actividad humana en la era industrial.
La isla obtiene su carácter del propio aislamiento, se separa del continente y de esta manera se mantiene en un estado más autóctono, menos contaminado. Esta barrera contiene la superpoblación humana que puede darse en otros lugares, y su propia condición de isla graba en la conciencia de sus habitantes el concepto de terreno limitado, de escasez de recursos, de obligado comportamiento sostenible. Por eso mismo una isla siempre transmitirá esa imagen de paraíso, de refugio donde acudir, de lugar seguro donde los paisajes no se alterarán.