La piedra es uno de los materiales más antiguos usados por el hombre para la construcción, y uno de los más duraderos, dado que se emplea directamente, sin realizar ninguna transformación que cambie sus propiedades principales.
Desde las primeras actividades agrícolas surge la necesidad de limpiar el campo de cultivo de piedras para facilitar esta labor. La consecuencia lógica es la formación de abancalamientos o aterrazamientos en zonas de terreno inclinado, la delimitación de distintas propiedades mediante muros, o los menos frecuentes clopers (mallorquines), acumulaciones de piedras en zonas no aptas para el cultivo, de imagen escultural.
Como toda tradición cultural y creada por la necesidad, esta técnica ha ido transformando lentamente el paisaje y entrando a formar parte de él de manera natural, al tratarse de una simple “ordenación del campo”, cambiar unas piedras de sitio.
Desde este primer concepto se podrían agrupar todas las modalidades de lo conocido como “pedra en sec”, que promueve la defensa de este patrimonio, presente en la región mediterránea de Cataluña, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y sur de Francia, con la Declaración de Torroella de Montgrí, del 24 de octubre de 2004.
Hoy en día, en la Marina Alta, estos muros conocidos como “márgenes” han evolucionado ganando altura y resistencia con la ayuda de otros materiales más actuales, como el cemento para dar estabilidad al interior del muro. Y, gracias a la técnica del picapedrer o margenero, se crean muros de contención de muchas edificaciones y calles. Son múltiples las posibilidades o acabados, dependiendo del material elegido, dureza de la piedra y la técnica o habilidad empleadas.
Aparte de soluciones más convencionales o decorativas como los chapados o revestimientos, alejados de este concepto, existen otras soluciones constructivas que derivan de esta técnica, como son los gaviones o los muros de escollera, ambos empleados para grandes contenciones o nivelaciones de terreno.
Sirine Ghadban